La historia de Elena Mukhina, la gimnasta que quedó cuadripléjica a los 20 años, presionada al límite para vencer a Nadia Comaneci

en El Día el 29-07-21 09:19

La situación que vive y expuso Simone Biles hace pensar en la presión que reciben los atletas de elite por parte de sus federaciones para conseguir sus objetivos al máximo: "Siento el peso del mundo sobre mis hombros", dijo la americana. Y hace desempolvar viejas historias. Como la de Elena Mukhina, la atleta que estaba llamada a hacer historia grande en la gimnasia artística.

La soviética había superado una infancia complicada y había encontrado en el deporte su lugar en el mundo. En la previa de los Juegos Olímpicos de Moscú 1980, era la gran candidata a destronar a la rumana Nadia Comaneci. Pero apenas dos semanas antes de la gran cita, quedó cuadripléjica a los 20 años al caer sobre su cuello en un ejercicio demasiado exigente. Su historia es desoladora.  

En el Mundial de 1978, Mukhina había vencido a Comaneci, figura olímpica en Montreal 1976. Era la esperanza para devolverle la gloria a la Unión Soviética. Para eso se había preparado durante años. Sin embargo, su grave lesión cervical en un entrenamiento le puso final a su carrera y la dejó el resto de sus días en una silla de ruedas. Fue el símbolo de la presión de un régimen de abusos físicos y emocionales, que buscaba el éxito a cualquier precio.

Nacida el 1° de junio de 1960 en Moscú, Mukhina creció sin su padre, que abandonó a la familia cuando ella tenía apenas dos años, y sin su madre, que falleció tres años más tarde en un incendio. Fue criada por su abuela y se refugió en la gimnasia. Y cuando un entrenador del club CSKA de la capital rusa visitó su colegio para buscar niñas con talento para esa disciplina, ella, con 12 años, fue una de las elegidas.

Talentosa y dedicada, se destacaba entre sus compañeras. Pero recién cuando a los 14 comenzó a entrenarse bajo las órdenes de Mikhail Klimenko, dio un salto de calidad. Mukhina incorporó sesiones extensas y exigentes, que no le daban respiro y la obligaban a llevar su cuerpo al límite.

Así se transformó en una gimnasta distinta, capaz de realizar movimientos por demás complejos pero igualmente elegantes y ejecutar combinaciones de elementos casi imposibles para otras atletas.

No sorprendió que luego de que Comaneci arrasara en Montreal 1976, con tres oros, una plata y un bronce para Rumania, y desatara una crisis en la gimnasia soviética, todos posaran los ojos en Mukhina.

Para el régimen comunista, que entendía el éxito deportivo como una exhibición de fortaleza y una herramienta para sostener su poder político, la menuda gimnasta de cabello rubio, grandes ojos azules y mirada triste era la única con el potencial para volver a colocar a ese país en lo más alto del deporte mundial.

Con Moscú '80 como gran objetivo final y bajo las direc...