Bukele, hacia el poder absoluto en El Salvador

en El Día el 27-02-21 08:35

A Nayib Bukele, el presidente más joven de América, no le gustan la calle, ni los indígenas, ni patear mercados, ni fotografiarse con bebés ajenos. Al mandatario de El Salvador, de 39 años, le gustan su celular, los sondeos de imagen y “ejecutar, ejecutar, ejecutar”. Manejar las tres cosas le ha bastado para romper con tres décadas de bipartidismo y transformar drásticamente el escenario político de un país marcado por la herencia de una sangrienta guerra civil (1980-1992) que terminó cuando él tenía apenas 10 años.

Para su asesor y biógrafo Geovani Galeas, Bukele es un líder multifunción capaz de gestionar los destinos del pueblo desde las pantallas de su despacho, con una personalidad política equiparable a la de Fidel Castro o Mao. Para su exabogada y actual opositora Bertha Deleón, Bukele es “un adolescente con poder, incapaz de mantener una conversación sobre los temas más importantes sin mirar permanentemente su teléfono”. Entre una imagen y la otra, están los cubrebocas y las camisetas con su rostro que se venden en el centro de San Salvador a 12 dólares la unidad y que lo pintan como un mesías que inaugura hospitales y se enfrenta a los oscuros poderes de la Asamblea. Todas las encuestas señalan que este domingo, su partido Nuevas Ideas, que por primera vez presenta candidatos a votación, ganará por goleada y obtendrá el control total del Legislativo.

En solo dos años en el poder, Bukele ha pasado de ser un joven político a liderar una especie de telecracia moderna, un fenómeno social aplaudido en casa y criticado fuera por la Organización de Estados Americanos (OEA) o Humans Rights Watch, que considera que El Salvador va camino de convertirse en “una dictadura”. El nuevo Gobierno de Joe Biden ha marcado distancias con Bukele, pero en su feudo no tiene rival y acumula uno de los índices de popularidad más altos del continente, por encima del 71%. Las cifras revelan una habilidad que va más allá de un buen manejo de Twitter y hasta sus adversarios reconocen algunos logros en su gestión; entre ellos, haber reducido la violencia a niveles rara vez vistos en el país y una gestión de la pandemia que combinó un estricto confinamiento con ayudas directas de 300 dólares a la población.

Hijo de padre musulmán originario de Belén (Cisjordania), que impulsó la construcción de alguna de las primeras mezquitas en América Latina, Bukele lleva la política tan dentro como la publicidad. Dejó de estudiar Derecho después de cursar el primer año y comenzó a trabajar en la agencia de su padre, que se encargaba de la imagen del histórico partido de la izquierda, FMLN, al mismo tiempo que ejercía como representante de la marca Yamaha en El Salvador.

Comenzó su carrera política en el FMLN, bajo cuyas siglas llegó a ser alcalde de San Salvador (2015-2018). Durante esta etapa se dio a conocer como un eficaz gestor capaz de recuperar el tenebroso centro de la capital. Su gestión estaba acompañada de frases y eslóganes como “Tenemos que cambiar la historia”, o “una obra un día” hasta que en 2016 tuvo su primer encontronazo con la democracia. Bukele amenazó al fiscal general con que el pueblo lo iba “a sacar de la oficina” por llamarlo a declarar en un caso en su contra: estaba siendo investigado por supuestamente liderar a un grupo de informáticos que realizaron ataques a La Prensa Gráfica y acudió a la cita acompañado por un millar de seguidores.

Por aquel entonces era solo un alcalde de 34 años con ínfulas, la estrella emergente de la política salvadoreña que crecía sobre las cenizas del bipartidismo, pero algunos rasgos de su forma de ejercer el poder ya estaban ahí: su repudio al resto de poderes cuando lo contradicen, el manejo de operaciones poco claras para favorecer su imagen y su enfrentamiento con la prensa. En los dos años que lleva al frente del Ejecutivo, sus ataques al periodismo incluyen a medios locales como El Faro, Gatoencerrado o Factum o a la agencia estadounidense Associated Press. Pero sus críticas no se han limitado a los misiles en cadena nacional contra los medios independientes sino que ha impulsado una investigación por lavado de dinero contra El Faro por las subvenciones recibidas de donantes internacionales.

Al finalizar su gestión como alcalde de San Salvador se enfrentó también con su partido, que no pensaba en él como candidato presidencial. Para materializar sus ambiciones no le importó abandonar la formación y subirse en el último a un partido, Gran Alianza por la Unidad Nacional (...